lunes, 21 de marzo de 2011

El guardián entre el centeno

Los libros “malditos” como El guardián entre el centeno, son producto de hechos que han marcado a una sociedad. El Guardián era el libro que llevaba encima el hombre que disparó a John Lennon y también, el que llevaba en su bolsillo el asesino de Kennedy en su detención. Ambos estaban obsesionados con él o quizá deslumbrados.


Salinger publica en 1951 una crítica feroz a la hipocresía de la sociedad estadounidense de los años cincuenta, una sociedad de posguerra, la más intolerante y represiva de la historia norteamericana. Lo hace a través de un adolescente, Holden Caulfield, que después de ser expulsado de su tercer internado, vaga un par de días de Navidad por las calles de Nueva York. Busca algo, que a cada paso que da va perdiendo: la infancia. No quiere convertirse en un adulto que  amase dinero y haya perdido todo ideal, los odia por ello.

Muestra la sociedad consumista de los llamados ‘niños bien’ de los cincuenta, Holden se dedica a gastar su dinero en taxis, alcohol y prostitutas. En estos años y en la literatura, se inventa la cultura joven, que tuvo dos vertientes Salinger, que representa la insatisfacción de los niños bien, unos personajes demasiado buenos para la sociedad en la que viven, que se rebelan contra un mundo mediocre dominado por cretinos, termino que Caulfield no deja de repetir durante toda la obra. La otra vertiente fueron los beats, con Kerouac a la cabeza, que optaron por una vida de marginalidad voluntaria y un modo de vida fuera de convencionalismos.

La gran pretensión de Holden es proteger a los niños de la adultez, hace una gran distinción entre el mundo de los adultos y el mundo infantil, el quiere ser el guardián entre el centeno, rescatará a los niños con el guante de béisbol de su hermano fallecido, para que estos, no caigan en el abismo que destruirá su sabiduría. No solo quiere salvar a estos, sino también a los patos de la laguna de Central Park, cuando llega el invierno, la madurez; desaparecen, la decadencia les alcanza. Su deseo de ser niño para siempre se refleja en un museo, en el que nada cambia, todo siempre igual, protegido del paso del tiempo. Ante el imperturbable devenir del tiempo, Caulfield  piensa que la mejor solución para él será “tener hijos y vivir en un lugar donde esconderse, en una cabaña al borde del bosque. (…) Allí, él y su mujer comprarían muchos libros y enseñaría a leer y a escribir a sus hijos”. Que es lo que hizo el propio Salinger, se fue a vivir con su hija a un lugar llamado Cormish, en un bosque perdido de la mano de Dios.

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